Fifty Shades Darker: ¡El erotismo vende!

Fifty Shades Darker: ¡El erotismo vende!

Hoy recuperamos una película que cambió completamente la forma en que las mujeres miraban las escenas de sexo en las películas y especialmente comenzó a verse con un poco más de entusiasmo en algunos contenidos más picantes. Se convirtió totalmente en una películaa sobre el sexo y la sensualidad completamente popular. Este tipo de contenido ha recorrido un largo camino desde los tiempos en que se veían videos sexe raros en un sitio web francés o hoy en día en los sitios web más populares de televisión.

Lo más generoso y optimista para evaluar el fenómeno «Cincuenta Sombras de Gris» es apreciar su capacidad de ponerlo como tema de conversación. Sin embargo, esa mirada sólo puede tenerla aquellos que no han sido sometidos a la tortuosa experiencia de ver «Cincuenta Sombras de Gris».

La película se vende como una versión más oscura que su predecesora, pero la única posibilidad de decir que esa promesa se cumple al asumir que por «oscuro» se entiende «más malo». Es importante repartir elogios cuando coinciden y a la luz de la última presentación, el director de «50 sombras de gris», Sam Taylor-Johnson, merece un premio retroactivo por haber hecho una película que, aunque no era buena, al menos contaba una historia y le daba una pizca de carácter a su protagonista femenina. Algo que el experimentado director, James Foley, ni siquiera se molestó en probar en «50 Sombras más oscuras».

Basado en un mal (?) libro

Es cierto que el material con el que se trabaja ya es cuestionable, la película se basa en un libro que ha sido señalado en varias ocasiones como «uno de los peores libros jamás escritos», pero también es justo exigir que una película que se vende como «audaz, erótica y transgresora» muestre al menos algo de coraje para abordar, investigar o celebrar el sexo.

Para completar la pasta, los invito a dejar de lado la actitud de «sabelotodo intelectual» y frases como: «¿Es una mala película, no me digas cuán seriamente esperas que salga para bien?» y analizar a fondo por qué esta película fracasa, sumergiendo aún más la saga y marcando el comienzo de nuevos niveles de cine mediocre.

Empecemos por lo más cuestionable, la cinta lejos de subir la apuesta, o reevaluar los límites de la liberación sexual, centrándonos en destacar, cada 10 minutos, una historia anticuada, moralista y conservadora, donde las conductas sexuales «no tradicionales» son desviaciones que no son saludables son causadas por traumas de la infancia. En palabras simples: Christian Grey tiene una pieza llena de juguetes sexuales no porque el disfrute del sexo no sea convencional, sino porque extrañaba los abrazos cuando era niño.

El poder de Dakota Johnson

El aspecto de la película no es generoso con el personaje femenino, que pierde lo poco y nada que lo hacía interesante en la primera entrega para transformarse en un robot sin carácter, opiniones o fuerza de voluntad. Una cena elegante y un cunnilingus bastante suelto para que nuestro protagonista olvide todas las dudas que tenía en la primera entrega de la saga. No pasa mucho tiempo antes de que veamos como el Sr. Grey recoge todos los comportamientos de los autoritarios, incluso hasta el punto más escandaloso cuando se le prohibió asistir a un viaje de trabajo, y la señorita Steele acepta la prohibición, pero no antes de balbucear: «Pucha Christian, no seas así, sabes que me gusta trabajar». Alguien debería decirle a Anastasia Steele que estamos en el año 2017.

Suponiendo que esto no es suficiente para sofocar el interés del espectador por la película, la estructura interna del guión es un desastre, largas secuencias de sucesiones de acontecimientos que no llegan a ninguna parte, personajes que entran y momentos de suspense tan poco desarrollados, que lejos de elevar la cinta a la categoría de «thriller erótico», terminan tomando risas involuntarias y siendo meras formalidades entre una escena de sexo y otra.

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